lunes, 13 de julio de 2009

Mis experiencias de escritura

Para mi séptimo cumpleaños, mis tíos me regalaron mi primer diario, confieso que al principio no me interesaba transcribir mis pocas vivencias a un cuaderno, pero a mediados de 1996, la curiosidad por la escritura me dio la pauta para comenzar a escribir las cosas que me pasaban a diario. Así fue como durante cuatro años, ese diario se convirtió en parte de mi rutina. Él era mi descarga, mi memoria, mi compañero. Cada noche al finalizar el día, me sentaba en mi habitación a pasar en una hoja cada experiencia nueva que me había tocado atravesar, o simplemente ideas que pasaban por mi mente y sentía la necesidad de traducirlas en las líneas de mi cuaderno.

Al pasar los años, mi diario ya se había completado, yo tenia menos tiempo y ganas para sentarme y escribir. Dejé pasar dos años. Mi nuevo encuentro con la escritura cambió, tanto de contexto como de idioma.

En la primaria, mi profesora de inglés comenzó a pedirnos producciones escritas en ese idioma, por lo tanto empecé a escribir cuentos no muy largos con consignas impuestas por ella.

Un año después mi gusto por la escritura continuaba pero si bien algunas producciones escritas eran trabajos escolares, otras eran historias que vagaban por mi mente.

A medida que cursaba la secundaria, me tocaban materias como por ejemplo filosofía, en las cuales las consignas de trabajo implicaban el desarrollo de temas libres orientados al núcleo de la materia.

Fue en esa etapa de mi adolescencia en la cual disfruté a pleno la posibilidad de transcribir a simples líneas, todo lo que pensaba y verbalmente no podía expresar.

Ya en el CBC mis últimos trabajos escritos fueron para el taller de semiología, partiendo de temas libres, imágenes o frases. Los avances fueron notables, aprendí y mejoré en cuanto a mi forma de redactar.

Hoy en día siento placer al escribir, pero tengo que sentarme y analizar cada idea, cada palabra para luego estar a gusto con lo que escribo.

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